¿Buena o mala comunicación?

Por Juan Pablo Sánchez Coyol

En algunas ocasiones puede que nos preguntemos: ¿Qué pasa conmigo? ¿Por qué mis vínculos afectivos están ausentes? ¿Por qué parece que no les interesa a las personas cómo me siento? ¿Por qué me cuesta comunicarme con los demás? ¿Mi personalidad es la constante que me impide relacionarme con los demás? ¿Mis problemas con los otros serán debidos algún déficit o trastorno?

Antes de llegar a responder estas preguntas, es necesario primero llegar a una reflexión de diversos elementos. En primer lugar, la importancia de la conversación en cualquier ámbito de la vida cotidiana, llámese trabajo, escuela, hogar, familia, amigos. En segundo lugar, debemos esclarecer que una conversación es una relación bidireccional, es decir, participan dos personas, dos mundos distintos, dos formas distintas de entender y participar en la misma. Por último, será importante hablar de todos los elementos que atraviesan la conversación, algunos ejemplos de cómo se pueden llegar a interpretar y la forma en que podemos cambiar para mejorar nuestra comunicación.

Pareja, Juntos, La Reunión, Él Y Ella, Cabello Rojo

 

La importancia de la conversación

 

La conversación es la llave maestra que guiará o direccionará nuestras relaciones con los demás. Es la única forma de comunicarnos, construir y mantener vínculos, desarrollar ideas, compartir nuestras experiencias, definir qué somos, establecer reglas, dar explicación a aquello que no entendemos, organizar la experiencia, además de otras cosas muy valiosas que hacemos todos los días. Sin embargo, cada uno de nosotros lo emplea de una forma muy peculiar.

 

“Las personas se involucran emocionalmente unos con otros. La conversación es el principal medio por el que establecemos, mantenemos, controlamos y nos adaptamos a nuestras amistades”

D. Tannen

No sólo las palabras cuentan…

 

Las palabras no siempre son el centro de lo que queremos decir, de hecho, representan tan solo un pequeño porcentaje de lo que realmente queremos comunicar. Un claro ejemplo de esto, es cuando solemos preguntar a otra persona si se siente bien, la respuesta puede ser “sí, estoy bien”, pero la forma en que lo dice puede indicarnos lo contrario. Por lo tanto, las palabras no son el centro de lo que queremos comunicar, hay algunos otros componentes que están en juego durante nuestras conversaciones diarias y se le conoce al conjunto de todos ellos como el metamensaje.

Este concepto hace referencia a los siguientes elementos: el volumen, el tono, la velocidad, los movimientos del cuerpo o lenguaje no verbal. Cada uno de ellos es aprendido y adaptado a la situación particular que estamos viviendo, sin embargo, casi nunca estamos conscientes de ello, pues nuestras formas de comunicarnos son naturales desde nuestra perspectiva, por esa razón solemos pensar que estamos siendo claros al comunicar algo cuando realmente está sucediendo lo contrario. Esta situación es muy común en todas nuestras relaciones, produciendo malos entendidos y de forma paralela favoreciendo constantes conflictos con los demás, hasta el punto de atribuirnos (o a los demás) problemas psicológicos, trastornos, déficits, haciéndonos dudar de nuestras habilidades o incluso atribuir estos problemas a nuestras “personalidades” (o a los demás), mismos que se creen, ya no se pueden cambiar.

Hombre, Mujer, Signo De Interrogación

 

“La manera cómo decimos lo que decimos, comunica significados sociales”

D. Tannen

Por lo tanto, los componentes del metamensaje son comunicados a la otra persona al momento de hablar con ella. Estos elementos serán interpretados por el receptor y podrá respondernos de una forma particular. El punto importante en este apartado es entender que cada parte (el que escucha y el que comunica), están en constante interpretación de las formas que usan para comunicarse. Por ejemplo, si usted  habla con volumen alto, podría hacer que la otra persona interprete que está enojada y podría reaccionar de una forma hostil ante el comentario u observación. Hablar muy rápido mientras platicamos con alguien podría interpretarse como que no tenemos mucho tiempo para conversar o simplemente queremos salir de la situación rápidamente. Hablar sin observar a la persona, podría indicar que no nos interesa la conversación o no estamos prestando atención. Así hay cientos ejemplos que pueden malinterpretarse, lo que implica un gran problema para ambas partes.

“La vida consiste en tratar con las personas cuestiones intrascendentes o catastróficas, y eso significa dialogo constante”.

D.Tannen

Mejorando nuestras charlas y nuestras relaciones.

 

Una vez esclarecidos estos puntos, la pregunta que nos podemos estar haciendo es: ¿Cómo puedo mejorar mi comunicación? ¿Cómo prevenir malos entendidos y evitar conflictos? La respuesta tiene varios vértices. Primeramente, habrá que estar conscientes de nuestras formas de hablar. Escuchar cómo decimos las cosas cuando hablamos con alguien es muy importante ya que la forma de comunicarnos es natural para nosotros y nos hace no prestar atención a ello. Por ejemplo, durante nuestras charlas solemos relativizar si estamos alzando el volumen de voz, usando algún tono en particular, si estamos hablando muy rápido y no estamos dejando hablar al otro, si nuestros turnos conversación tienden a encimarse con el otro, si vemos a la persona directamente o vemos al horizonte. Escuchar y tener presentes estos elementos durante nuestras charlas, puede ayudarnos a entender hacía donde estamos dirigiendo nuestra conversación, lo que a su vez implica que podemos corregir o modificar nuestras formas de hablar.

Gente, Muchachas, Mujeres, Estudiantes, Amigos

Otro vértice de la respuesta es prestar atención todo el tiempo. Atender cómo el metamensaje va generando algo en la otra persona y que se puede ver reflejado en su tono de voz o volumen, palabras, orientación de la misma. Es interesante pensar que una conversación es como bailar con alguien, con la excepción de que no hay una receta general de cómo hacerlo, no hay una serie de pasos a seguir, no hay leyes generales para que no existan malos entendidos. Sin embargo, debe haber una coordinación con el otro para adaptarse en los giros, vueltas y la marcación de los pasos sin decir una sola palabra. Si no hay una buena coordinación podemos llegar a pisarnos, equivocarnos o incluso lastimarnos. Pero, si propiciamos esta coordinación entre ambos, la experiencia llega a ser extraordinaria, pese a que cada uno tenga su propio estilo conversacional. En resumen, respetar los turnos al hablar, poner atención en lo que hace y dice la otra persona para ver si todo marcha bien puede generar una experiencia más satisfactoria al momento de tener una charla y así evitar malos entendidos.

Po otro lado, mejorar nuestra comunicación a su vez es entender, antes de enojarnos, que existe la posibilidad de que los demás tal vez no quisieron decir lo que escuchamos. Retomando el punto de que una charla es una relación bidireccional y a veces nuestras interpretaciones pueden estar mermadas por otras situaciones o aprendizajes que debemos analizar con detenimiento antes de llegar a una conclusión. Por lo tanto, es importante tener certeza de qué entendimos de lo que otras personas intentaron decir, antes de iniciar algún conflicto. Detenerse y analizar qué está sucediendo, qué es lo que realmente intentaron decir podría poner freno a algunos de los problemas recurrentes.

Desayuno con amigos - foto de stock

Bajo la misma línea, según lo argumentado por la literatura, el género tiene un gran peso en las formas que nos comunicamos. Siempre que tengo la oportunidad, les sugiero a mis pacientes observar cómo se lleva a cabo una conversación entre hombre-hombre y entre mujer-mujer. No tardamos en concluir que, en el primer tipo de conversación no es necesario mirarse a los ojos, casi no se profundiza en nada, se relativizan los detalles y se le da más importancia a lo que decimos que a la forma de decirlo (aunque no en todos los casos). Mientras que, en el segundo tipo de conversación, casi siempre hay contacto visual y postural, orientado hacia la persona que esta hablando, hay mayor variedad de tonos, empleo de volumen distinto, incluso contacto físico (aunque no en todos los casos). Haciendo notar esta gran diferencia, observamos que el estilo del hombre es más “independiente” (más centrado en sí mismo) y el estilo de la mujer tiende a ser más participativo, es decir, se involucra o participa de manera más intensa en sus charlas

Pareja corriendo por una zona industrial - foto de stock

 

Por esa razón, mi última sugerencia es involucrarnos de forma más intensa o diferente en nuestras charlas, dar el mensaje (sin palabras) a la otra persona que nos interesa lo que nos está diciendo, que es importante lo que nos esta contando y merece toda nuestra atención. Esto se ve reflejado en el contacto visual, la orientación hacia ella, el esperar a que termine su turno para poder dar alguna opinión o respuesta a lo que nos esta comentando. Muchas personas, mientras escuchan suelen decir “ajá” cada cierto tiempo durante el turno del otro, haciendo notar que escucha con atención. Algunas otras tienden a mostrar su interés haciendo preguntas acerca de lo que nos cuentan, denotando así una escucha más intensa o diferente.

Al final, participar de manera distinta en nuestras charlas puede tener una gran diferencia en la forma en cómo nos relacionamos con los demás, generando un cambio en nuestras relaciones (haciéndolas más cercanas) y a la vez, generando un cambio en nosotros, consolidando mejores canales para comunicar cosas importantes e incluso generando nuevas oportunidades, todo a partir de la charla cotidiana.

Me gustaría concluir con una frase muy significativa para mí, en mis propias palabras, manifestada por la Dra. Guadalupe Domínguez Sandoval, misma que marcó gran parte de mi trayectoria profesional y parte de lo que soy ahora como profesional de la salud:

 

“Siempre dejamos una huella en todas las personas, incluso con una sola mirada”.

 

 

 

Referencias: 

  • Dreier, O. (1991). Trayectorias personales de participación a través de contextos de práctica social local. Psicología y Ciencia Social. FES Iztacala.
  • Gergen, K. (2005). Construir la realidad: El futuro de la psicoterapia. España: Paidós.
  • Tannen, D. (1980). ¡Yo no quise decir eso! Cómo la manera de hablar facilita o dificulta nuestra relación con los demás. Barcelona: Edit. Paidós.

 

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